En aquel rincón del mundo,
casi un paraíso natural,
habita la serenidad,
la nobleza del espíritu,
la fuerza de la voluntad,
la sabiduría y la verdad.
Allí vi golondrinas en otoño,
presagiando buena suerte,
honradez y prosperidad.
En cada comunidad de lengua mbya,
en sus aulas escuché
pequeños zorzales cantar.
En sus montes vi cientos de abejas
cubiertas de néctar, presurosas,
regresando al panal.
También vi luciérnagas en pleno día,
brillaban más que el sol otoñal.
Oí, escuché, sentí…
Sus voces tan suaves,
su cadencia melódica,
su serena expresión
con ese toque
de comprensión vivaz.
En cada palabra,
respuestas perspicaces
de un joven Mbya,
sentí el misterio puro
de aquel que aún conserva
el alma despierta donde anida
el verdadero amor.
¿Hablan o gorjean?
Sus voces resuenan,
y en los sentidos perdura
el poético ritmo, la melodía,
dulzura del ser natural.
Ninguna palabra pronunciada en vano.
Hoy encontré las semillas de la tierra sin mal.
Copyright © 2023 – María Elena Zuza. Todos los derechos reservados
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